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Amaicha del Valle: Tierra Sagrada

 

Resumen de Tucumán

Km totales:1565 km

Altura sobre el nivel del mar: 2200 metros

Ciudades visitadas:1

Pueblos visitados:1

Cascadas: 2

Museos:7

Sitios  arqueológicos: 1

Día 8: Pequeño error de cálculos

El día 8 me encuentro en un gran dilema. Acabo de darme cuenta la noche anterior  de que mi llegada a Cafayate es el día sábado y no el día domingo. Lamentablemente cuando comencé a planificar el viaje no conseguí Couch así que reservé con antelación el hostel de tarifa no reembolsable. El otro tema era que había conseguido couch en Tafí para viernes y sábado y resultaba que no lo vería hasta el viernes tarde en la noche, lo que solo me dejaba el sábado para hacer Tafí y viajar a Cafayate por la tarde noche. A su vez, me encontraba en la duda de si ir a Tafí o ir a Amaicha. Si bien Tafí es precioso y de seguro había mucho para hacer, mí prioridad era conocer las Ruinas de los Quilmes y teniendo en cuenta que Amaicha me quedaba más cerca de Cafayate y que la última ocasión que vine a Tucumán pasé el día en Tafí, ganó Amaicha.

 

Saco el boleto en la ventanilla del Aconquija con destino a Amaicha del Valle para el horario de las 18:30 hs. Media hora más tarde salimos en viaje. Mi prima me despide afectuosamente del otro lado de la ventana. Me siento inmensamente agradecida por haberme bancado en todo momento y por sobre todo por haber tenido una gran química sin saber que esperar la una de la otra. Nos despedimos agitando las manos en el aire, y me voy con la certeza de que volveremos a encontrarnos ...

 

Ya está casi oscuro y me lamento por no poder apreciar el paisaje. A lo largo del trayecto pasamos por Lules y Famaillá. Lo gracioso de Famaillá es que al pasar por allí recuerdo la charla que tuve con Edu (a quien conocí en mí voluntariado en Mendoza el año pasado y a quién visitaré la semana próxima), y recuerdo cuando me dijo algo así sobre que Famaillá era de las ciudades más bizarras que uno pudiera ver. No en el mal sentido sino que quienes han visitado su Parque temático que va a lo largo de la ruta, verán que los elementos están como ordenados al azar sin seguir una temática específica. De pronto reconozco el modelo a escala del Cabildo de Tucumán (que ya no existe), más adelante la Casa de la jura y de pronto aparece Hulk con un montón de superhéroes más. Deduzco que el Papa y los dinosaurios se encuentran en la vereda de en frente.

 

22.30 hs llegó al fin a la terminal de Amaicha del Valle, después de 4 largas horas de viaje. Allí Juan el dueño del hostel me fue a esperar y me guía hacia el auto. Llegamos a Pacha City hostel en in pestañear. Juan me muestra la cocina, los baños y me indica mí habitación. Soy la única huésped en todo el hostel. A pesar del cansancio de todo el día, Juan me sirve una rica cena con pollo, arroz y ensalada de tomate y me acompaña un poco hasta que el sueño es más fuerte y se va a descansar. Dejo la cocina en orden, armo mí cama y me voy a dormir con la mentalidad de que mañana en la mañana visitaré las Ruinas de los Quilmes. Por fortuna Juan me explica que puedo llegar en bus y luego caminar unos 5 km hacia adentro.

 

 

 

 

Día 9: Deja Vu, otras vez el plan B

A las 8.45 hs me levanto y voy a desayunar. Me doy cuenta que allí mismo en la cocina tengo a disposición los horarios de todos los buses, pero me doy cuenta de un pequeño detalle: el bus Parra que lleva a la cascada El Remate no tiene horario en fines de semana . Será que no hay? Más tarde la recepcionista del hostel me confirma mí suposición: los sábados y domingos no hay buses a El Remate. Cambio de planes, pasamos al plan B, chau Quilmes, hello El Remate!

Salgo a caminar por el pueblo y a medida que camino me detengo en las construcciones. Casitas bajas de adobe y roca. Las personas caminando apaciblemente por las calles me regresan el "buenos días" amigablemente. Las veredas son altas en comparación al nivel de las calles. Gente bajita de rasgos aborígenes y piel curtida por el sol, hijos de la madre tierra realizan sus tareas matutinas mientras los veo pasar. Llego a la plaza y un letrero me indica que estoy en la calle Padilla y que a mí izquierda se encuentra la oficina de información turística. Aquí me encuentro la carpeta de auto informes. Toda la información sobre circuitos, planos y horarios de buses (desactualizados) al alcance de la mano.

 

Vuelvo al hostel y comparo los horarios del bus que difieren del de la carpeta. Opto por probar en vivo y en directo si el horario de las 11:30 hs (de la carpeta de informes) está bien o si en efecto tendré que esperar una hora más (12:20 hs) tal cual figura en el hostel. Claramente la puntualidad no es el fuerte de aquí, así que como no tengo mucho que hacer ni quiero volver al hostel por el tema de cual de los horarios es el correcto, me quedó al ratito del sol con un cielo azul y despejado adelantando posts atrasados.

 

Para las 12:50 sigo esperando y nada. Me asomo a la despensa que está frente la parada del bus y pregunto el horario del bus y le comento que ninguno de los horarios llegó (el de 11:30 y 12:20 hs). La señora me responde muy amablemente que el horario es a las 13:40 hs y que es el último, y que el de regreso me deja a las 16:00 hs, que me hubiera convenido el dela mañana, pero hasta ese momento no sabía que no había frecuencia los fines de semana. Regreso al hostel, cómo algo y hago tiempo hasta salir nuevamente. El Parra, no tiene página web ni número telefónico, al menos ese fue el resultado a la hora de googlearlo con el fin de saber los horarios.

 

Por momentos me fastidia que la información esté a medias y haber perdido ese tiempo que podía haber aprovechado para visitar el Museo de la Pachamama, y por otros me recuerdo que estoy de vacaciones, que es mí momento para disfrutar (tampoco es que estoy llegando tarde a trabajar), y se me pasa. Cómo aspecto positivo , el hostel se encuentra a media cuadra de la parada del bus.

 

13:38 tomo finalmente el bus. Le digo que voy hasta El Remate. Me responde que me deja en una escuelita y de allí son 2 km. Le pregunto el horario de regreso. Me responde que en Catamarca es feriado y no vienen buses de allí. El bus ya está en marcha y con todo lo que esperé lo que menos tengo son ganas de volverme. Pago los $20 (USD 0,80) hasta donde sea que me deje y en ese momento viene a colación una frase que siempre repetía mi bisabuela: Dios proveerá. Voy con las mejores intenciones de que sea así o estoy al horno!

La de las mil religiones

Creo que cuando bajé en la escuelita y tuve que comenzar la caminata, lo que menos me preocupaba era si me insolaba, que no hubiera gente circulando (bueno, habían pero en motos) o tener que volver a dedo a la vuelta. Sin duda me habré encomendando hasta a el Papa Francisco. El terror de todo senderista que transita entre pueblitos (bueno, no sé si el de todos, pero en cuanto a mi ocupa el puesto number one), son si lugar a dudas los perros. Ojo, me considero una fiel amante de los perros, pero no en todas partes son amigables y la verdad que a lo largo de esos kilómetros lo que menos disfruté fue hacerme la que no los oía cuando salían  a ladrarme ferozmente. Perro que ladra no me  muerde, la-la-la no los escucho ...

Sigo avanzando y al rayo del sol y las veredas tan extensas es difícil saber si estoy a mitad de camino o a punto de llegar. Ruego por favor que los 2 km sean en efecto dos km, y no la clase de kilómetros mentirosos que te dicen para no hacerte sentir mal. Mal adelante a mi mano derecha veo un señor que está trabajando en su casa. Le pregunto si me falta mucho para llegar y me dice que algo de kilómetro y medio, que siga derecho y que cuando encuentre el puentecito con el río lo siga bordeando a mi mano izquierda. Llego más pronto de lo esperado y no estoy segura si la casita que bordea el río es la entrada a la reserva. Un chico me indica que siga en esa dirección. En este último tramo cuatro perros me vienen a ladrar nuevamente. Camino bordeando la acequia y de cuando en cuando tomo fotos y filmo. Trato de detenerme lo justo y necesario porque no sé cuanto demoraré y me sigue preocupando la vuelta, y el condenado feriado de Catamarca y tener que hacer el mismo camino de regreso con todos esos perros agresivos.

No sé cuanto más me falta. El ritmo del agua es más calmo. Por momentos me persigo con ladridos de un perro y que va a venir uno y darme un tarascón al mejor estilo de bienvenida.

A mi izquierda montañas de color marrón, cardones y arbustos en varias tonalidades de verde me anuncian que cada vez estoy más cerca. Sé que estoy cerca cuando a lo lejos veo gente de mi mano izquierda. Están al menos a unos 200 metros de mi ¿Cómo habrán bajado hasta allí? No veo ningún sendero. Por las dudas los saludo agitando mi mano en el aire y ellos me regresan el saludo. Sigo avanzando, ésta vez sobre el borde de la acequia. Más adelante, a mi derecha se hace un piletón ¡Ya estoy cerca, puedo sentirlo! Sigo avanzando y veo una escalera que pende al mejor estilo mírame y no me toques. Dos pasos mas y un río ancho y plano desemboca en una amplia rejilla que después llevará el agua a las acequias.

Avanzo a lo largo del espacio que hay entre la rejilla de desembocadura y el precipicio, luego sorteo unas rocas por encima del río y sigo avanzando. No sé porque, pero tengo la sensación de que me voy a mojar los pies así que me quedo descalza y atravieso el río nuevamente ¡El agua está helada y la arena también! Paso otro camino de rocas en zig zag (piedras-montículos-piedras-montículos). El sonido de la cascada es más intensos y el cañadón se hace cada vez más profundo. Paso por encima de un puente improvisado hecho con dos cañas o palos (de esos tipo de la luz), avanzo por el montículo de tierra, y rocas y unas tres rocas me comunican a otro puentecito improvisado que me comunica a la famosa escalera que sale en todas las búsquedas de Google.

La belleza es absoluta y no hay foto o video que le haga justicia. Somos sólo yo y el sonido del agua que no para de fluir. Yo que después de una semana de aquí para allá con mi compañera de aventuras vuelvo a estar sola. En ese momento me doy cuenta de que todo valió la pena y me siento tan orgullosa sobre emprender ésta aventura sola y por momentos acompañada. Tan segura de mi misma, porque salvando el tema de mis amigos cuadrúpedos, me siento segura a cada paso que doy. No siento temor, aún estando en la nada misma. Me siento feliz ... Me siento en paz.

Miro la hora y me propongo quedarme cerca de media hora. Aún me queda la vuelta que no tengo la menos idea como va a ser. Vuelvo sorteando todos los obstáculos y a cada paso alejándome de tan bello escondite. Recuerdo el letrero de baños y estacionamiento y subo con la esperanza de encontrar la ruta pero no está. No obstante, llego a la entrada a la reserva. Jesús, el guía y descendiente de los Amaichas, me invita a entrar adentro, le digo como fue mi recorrido y le aclaro  que le voy a pagar. Le cuento sobre mis imprevistos y el me cuenta un poco sobre la comunidad y sobre como quieren mantener el menor impacto producido por el turismo y me cuenta que los Amaichas cuentan con 52000 hectáreas y que a la mayoría de edad uno tiene derecho a la tierra. También sobre la ciudad sagrada que data del 600 D.C y lo paradójico de que la Argentina sólo tenga 200 años como nación. Reflexiono al respecto y pienso que están en todo su derecho de hacer valer su derecho a la tierra. Me cuenta que ese valle es considerado sagrado ya que antiguamente los Amaichas solían enterrar en los pisos de sus casas a sus familiares, puesto que de esa manera el alma permanecía en la casa protegiendo a todos los que en ella moraban.

Jesús también me cuenta sobre su organización y que tienen sus propias leyes y también que a causas de la aculturación (uno de los tantos daños colaterales generados por el turismo masivo), se han perdido muchas costumbres, inclusive su lengua nativa: el cacán.

Terminada la charla y después de consultarle a Jesús como volver (ya que, no hay ninguna ruta, el camino es el mismo por el que vine, solo que yo me había desviado antes), pago mi entrada de AR$70, dejo mi comentario en el libro de visitas y cuando estoy lista lo sigo a Jesús hasta su moto, quién de mil amores se ofreció acercarme hasta Amaicha. A lo largo del viaje el me cuentas sobre la Pachamama y cómo todos los 31 de julio esperan en torno a una fogata para el día siguiente, el 1 de agosto, rendir culto a la Pachamama. Me cuenta que en la boca de la tierra depositar sus ofrendas y que después esa boca se tapa con una roca hasta el día siguiente. Le pregunto sobre la religión y el me cuenta que la mayoría adoptó el catolicismo, algo bastante irónico si recurrimos a la historia. En fin, el tramo termina en la puerta de mi hostel y me despido de Jesús quién me ha enriquecido grandemente por su amor y respeto a la tierra.

Museo de la Pachamama

Llego  al hostel cerca de las 16:30 hs y tan pronto vacio mi mochila (parece como si cargara rocas), con plano en mano salgo directo al Museo de la Pachamama. Camino por la calle San Martín las cuatro cuadras que me separan de la plaza y en la esquina sobre la calle Padilla giro a mi derecha sobre ésta. Unos 300 metros adelante cruzo el puente y a lo alto (y no tan lejos) de mi mano izquierda distingo los famosos dioses del museo. Cien metros más y me doy cuenta que estoy en la rotonda de entrada al pueblo. Giro a mi izquieda y a unos 50 metros aproximadamente llego al museo. Hay varias señoras sentadas y al verme entrar me saludan y una de ellos se dirige al mostrador. Me cobra la entrada de AR$ 100 (Ouch!) y me da una especie de guía que después le he de regresar para que recorra el museo por mi cuenta y consulte las reseñas allí. ¿Vale la pena visitarlo? Es precioso. Es como una especie de mini parque temático hecho museo, eso si, por lo que te cobran minimamente deberían de hacerte la visita guiada. 

Cuenta con salas de arqueólogia, otra de rocas, y después con muestras de pinturas y telares expuestos tal cual galería de arte. Pura explosión de colores y formas que recuerdan a las pinturas rupestres. Estoy cerca de una hora (aunque dá para más) y llego al hostel con las piernas que no me dan más pero con el corazón llenito de felicidad.

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